Mano escondida
Recuerdo que aquel invierno había sido muy crudo. Lo notamos a pesar de que nuestro pueblo, situado en plena meseta alta castellana, estaba acostumbrado al frío. Es verdad que los diez años anteriores no se habían caracterizado por la moderación: los más viejos del lugar repetían invierno tras invierno que ése era el peor que jamás habían conocido. Pero no me cabe duda de que fue aquél el más frío de todos. La nieve cubrió los campos durante siete meses. Los lobos abandonaron sus cubiles de la sierra de Gredos e invadieron nuestras tierras, acuciados por el hambre. Tres hombres, sorprendidos por una tormenta, no pudieron regresar a tiempo y murieron de frío.