Los manuscritos de la tetera
Hace algunos años, en una granja de ovejas de Longford, en el norte de Tasmania, dos primos llamados Rick y Tom salieron temprano de casa con un negocio entre manos. Era Domingo de Pascua, y les habían dicho que si se espabilaban tendrían muchas posibilidades de encontrar algún huevo de chocolate en uno de los viejos graneros. El día era tan puro como la miel más pura, y tan dorado como un sueño de primavera, todo lo contrario del interior frío, húmedo y sombrío del destartalado granero en el que dos cuervos desgreñados graznaban apostados en las vigas del techo. Cuando los niños entraron en el granero, alborotando y gritando a pleno pulmón, los desaliñados cuervos huyeron nerviosos y enfurruñados por la presencia de los intrusos.