Mi triste cara. Las ovejas negras
Me encontraba en el puerto observando a las gaviotas, cuando mi triste cara llamó la atención de un policía, que cumplía la vigilancia en ese barrio. Yo estaba totalmente inmerso en el espectáculo del vuelo de los pájaros, que inútilmente se disparaban hacia arriba y caían en picado en busca de algo comestible. El puerto estaba devastado, el agua verdosa, espesa de aceite, sucia, y en la costra de su piel flotaba toda clase de desperdicios; no se veía ningún barco, las grúas se oxidaban, se derrumbaban las naves de los almacenes; parecía como si ni siquiera las ratas habitaban las negras ruinas del muelle. Había silencio. Ya hacía muchos años que estaba cortada toda comunicación hacia fuera.