Nubes negras
Un clarín resonaba melodioso y claro a lo largo de la oscura calle principal del pueblo ruso menonita de Tiegen. Alto, barbudo, Igor, el pastor ruso, tocaba con toda su fuerza.
Día tras día y año tras año, Igor se ponía delante de su cabaña cubierta de paja y anunciaba con su trompeta el momento exacto en que se escondía la luna y empezaba a salir el sol, entonces los trescientos habitantes de Tiegen sabían que tenían que levantarse.