Olfato de detective
En un lluvioso día de otoño, a eso de las once, un cartero llamó con insistentes timbrazos a una vivienda del quinto piso de un edificio de Viena.
Sres. ZWOCH ponía la placa de latón de la puerta. Yago Pamperl, de once años, que vivía en la casa de al lado, estaba aquel día en la cama con catarro, y oyó los timbrazos. No es de extrañar: el edificio era nuevo y ya se sabe que las paredes de las casas modernas son como el papel de fumar.