Grito por ver la luz
No había motivos para poner en duda las indicaciones del oficial del servicio secreto. Según esa información, sólo les quedaban exactamente dos horas y media. Por ello el ataque al campamento militar debía efectuarse enseguida. Era lo único que tenían claro los doce guerrilleros que aquella noche estaban sentados bajo una lona camuflada, en alguna parte de África.