El retrato de Dorian Gray
El estudio estaba lleno del olor rico de las rosas, y cuando el ligero viento estival se agitaba entre los árboles del jardín, venía por l apuerta abierta el olor pesado de las lilas o el perfume más delicado de las flores rosadas del espino albar.
Desde el ángulo del diván recubierto de cojines de cuero de Persia sobre el que estaba sentado, fumando, como era su costumbre, un cigarrillo tras otro, lord Henry Wotton podía captar justamente el resplandor de los capullos acaramelados y melosos de un cítiso, cuyas trémulas ramas parecían apenas poder soportar la carga de una belleza tan flamante...