La roca de Is
-¡Bruja! ¡Bruja! ¡Enye es una bruja! ¡Enye es una bruja! ¡Enye es una bruja! ¡Bruja! ¡Bruja!
Enye se había tapado las orejas con las manos y había echado a correr colina arriba para no oír lo que los otros estaban diciendo, pero incluso en el límite del bosque y ensordecida por su propia respiración jadeante por el esfuerzo, las voces de los chicos sonaban lo bastante claras como para entender las palabras.