La mirada de la noche
Nunca había creído en fantasmas, aparecidos y vampiros hasta que vi cómo el cuerpo de mi abuelo se movía dentro de su ataúd. Mis padres y mis tíos acababan de salir del dormitorio donde se hallaba el féretro, preparado para ser enterrado al día siguiente en el cementerio del pueblo, y aproveché para levantarme de la cama, en la que me había acostado llorando, e ir allí con el propósito de ver por última vez a mi abuelo, a quien amaba mucho.