El cristal del miedo
Fueron los pelos erizados del gato de rayas coloradas. Gracias a ellos vino a la mente de la joven Milena la idea de abandonar su casa. Andaba de paseo en la mañana de un día domingo cuando vio que Emilia, una muchacha a quien conocía sólo de vista, bajaba corriendo por la colina con el gato delante de ella. Tenía el terror instalado en los ojos y la palidez fija en la piel. Sus gritos se escucharon por todo el pueblo de San Silvestre de la Campana, dejando una huella de miedo que marcaba la senda desde el castillo de las grandes piedras grises hasta el villorrio.