Bruno y la casa del espejo
Bruno nunca dejaba que su despertador cumpliese con su tarea. Cuando pasaban cuatro segundos de las ocho, ya estaba despabilado, sentado en la cama. Observó la luz que entraba por la ventana, adivinó que el cielo estaba cubierto de nubes grises y supo que hoy también llovería. Sonaron dos golpes en la puerta, y se oyó:
-¡Bruno!