Eric Orsenna fue galardonado en 1988 con el prestigioso Premio Goncourt. En La isla de las palabras parte de una idea fantaseada -las palabras no pronunciadas vagan errantes hasta llegar a un isla perdida en el mar- para hilvanar letra con letra hasta convertir este libro en un pequeño homenaje a autores como Saint-Exupéry. Argumenta que el idioma que hablamos es nuestra patria y por eso debemos aprenderlo e inventarlo. Las palabras tienen el poder de hacer surgir ante nuestros ojos cosas que no vemos. Las frases son como los árboles de Navidad: si las adornamos demasiado con adjetivos, adverbios y relativos, puede que se desmoronen. Un ameno acercamiento a la gramática.
Eric Orsenna fue galardonado en 1988 con el prestigioso Premio Goncourt. En La isla de las palabras parte de una idea fantaseada -las palabras no pronunciadas vagan errantes hasta llegar a un isla perdida en el mar- para hilvanar letra con letra hasta convertir este libro en un pequeño homenaje a autores como Saint-Exupéry. Argumenta que el idioma que hablamos es nuestra patria y por eso debemos aprenderlo e inventarlo. Las palabras tienen el poder de hacer surgir ante nuestros ojos cosas que no vemos. Las frases son como los árboles de Navidad: si las... Seguir leyendo
La isla de las palabras
¡No te fíes de mí! Parezco dulce, tímida, soñadora y bajita para mis diez años, pero no lo aproveches para atacarme. Porque sé defenderme. Mis padres (¡benditos sean por los siglos de los siglos!) me regalaron el más útil, por guerrero, de los nombres: Juana. Juana como Juana de Arco, la pastora convertida en generala, el terror de los ingleses. O como aquella otra Juana apodada La Loca, que daba miedo a todo el mundo. Por citar sólo a las Juanas más conocidas. Tomás, mi hermano mayor (catorce años), lo sabe mejor que nadie.