Vienen por la noche
Jamás me he atrevido a contar esta historia a nadie, y menos a mi hermano, que se reiría otra vez de mí. Sin embargo ahora he decidido escribir todo lo que sucedió entonces, aun con el riesgo de que él también lo vea.
Hacíamos soldaditos, mi hermano y yo. Los hacíamos de plomo, que fundíamos en una cuchara oxidada apoyándola en un soporte sobre un quemador en la cocina de mi madre. Funcionaba de maravilla.