Las Gallinas Locas. Una pandilla genial
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Hacía un día maravilloso. Caluroso y agradable como el plumaje de las gallinas. Pero, por desgracia, era lunes y el gigantesco reloj de la entrada del colegio marcaba ya las ocho y cuarto cuando Sardine llegó corriendo al patio.
–¡Jolín! –exclamó.
Llevó la bici hasta el aparcamiento oxidado y de un tirón cogió la mochila del portapaquetes.