Ida B
–Ida B –me dijo mi mamá uno de esos días que empiezan bien y siguen perfeccionándose hasta que te vas a dormir–, cuando acabes con los platos, puedes ir a jugar. Papá y yo vamos a trabajar hasta la hora de la cena.
–Vale, ma –contesté, aunque más bien dije:
–Vale, ¡maummm! –porque me moría de ganas por empezar a hacer mis cosas. Ya escuchaba llamarme al arroyo a través del mosquitero:
– ¡Sal a jugar, Ida B! ¡Date prisa, date prisa, date prisa!