Beethoven
Con atentos, oscuros ojos el abuelo observa al niño desde el borde del cuadro. El niño tiene una cara redonda, casi con papada, y un hoyuelo. Delante del abuelo, está abierto un cuaderno de música. El enérgico dedo índice de la mano derecha marca el compás o la señal de entrada: ¡Y uno y dos! Con ojos y manos –sí, únicamente con miradas y escuetos movimientos de los dedos– el abuelo ha dado impulso a los músicos.