Sabriel
Entre el Muro y el Reino Antiguo median poco más de cuatro kilómetros, pero eran suficientes. Al otro lado del Muro, en Ancelstierre, era mediodía, lucía el sol y el cielo aparecía despejado. De este lado, la puesta de sol estaba cubierta de nubarrones y una lluvia persistente había comenzado a caer, más deprisa de lo que tardaban en colocar las tiendas.
La partera se subió la capa para taparse el cuello y volvió a inclinarse sobre la mujer; las gotas de agua resbalaban por su nariz e iban a caer sobre la cara vuelta hacia ella. La mujer despedía una blanca nubecilla cuando respiraba, pero de la boca de su paciente no salía una nubecilla similar.