Cuentos de los enigmas de la Historia
¡Por casualidad! Cédric Aveiro y José, su padrastro, habían dado por casualidad con aquella falla en el flanco de la colina, medio oculta entre la maleza. Los dos aficionados a la espeleología se deslizaron de inmediato en su interior, desembocando en una gruta. Y allí, a la luz de sus linternas, ¡se llevaron una maravillosa sorpresa! Boquiabiertos, con los ojos desencajados, se sumieron en la contemplación de aquel espectáculo cuyo origen se remontaba al alba de la humanidad: sobre la roca salpicada de luz se recortaban varias manos rodeadas de ocre. Recordaban a esas huellas en negativo que imprimen los niños extendiendo pintura alrededor de sus manos.