Carmela toda la vida
Había una vez una enana casi calva que se enamoraba de todo el mundo. Su sueño más grande era conseguir novio. Uno que la quisiera para toda la vida.
Alguna vez se enamoró de un marinero que la llevaba en el hombro como si fuera una lora y que le hacía repetir todo el tiempo: «Rebeca quiere cacao. Rebeca quiere cacao. Rebeca quiere cacao».
La tal Rebeca, una portuguesa más flaca que el palo de una escoba, había sido novia del marinero hasta que se escapó con un afilador de cuchillos en Veracruz.
La enana se llamaba Carmela Monteverde y no le gustaba el cacao.