El chico rumano
Por lo general, la soledad no es buena consejera. A veces te ahoga demasiado y no te deja pensar a tu gusto. Como ocurrió aquel día.
Yo no estaba del mejor humor del mundo. Acababa de volver a Madrid después de unas vacaciones. Había estado un mes en la costa de mi tierra, en Galicia, en un pueblecito marinero.