Paul ha dejado el instituto para trabajar en una imprenta. Ahora dispone de su propio dinero, pero se da cuenta de que las cosas no son tan divertidas como antes. En medio de su crisis, un amigo le propondrá pasar el verano ejerciendo de monitor en un campamento. Nunca imaginó que esos dos meses se iban a convertir en los más felices de su vida. Aunque carece de experiencia y el principio es todo un reto, el trabajo diario con los chicos que llegan al poblado, la relación con el resto de monitores, y el contacto continuo con la naturaleza, le ayudarán a crecer como persona y a conocer al que, tal vez, se convierta en su gran amor. Esta no es la primera historia de un adolescente perdido sumido en cambios hormonales, ni el primer cuento en viñetas con tintes autobiográficos. Pero su grandeza reside en la forma en que este autor canadiense acomete la narración, contando historias de descubrimientos juveniles sin caer en los típicos clichés, a través de un dibujo sencillo pero cargado de vida. Trazos limpios, claros, plenos de expresividad y salpicados de gags visuales que consiguen arrancar la sonrisa del lector. Tal vez no sea más que la historia de un verano cualquiera, pero contada con tal emoción que hace aflorar los propios recuerdos e ilusiones del lector.
Paul ha dejado el instituto para trabajar en una imprenta. Ahora dispone de su propio dinero, pero se da cuenta de que las cosas no son tan divertidas como antes. En medio de su crisis, un amigo le propondrá pasar el verano ejerciendo de monitor en un campamento. Nunca imaginó que esos dos meses se iban a convertir en los más felices de su vida. Aunque carece de experiencia y el principio es todo un reto, el trabajo diario con los chicos que llegan al poblado, la relación con el resto de monitores, y el contacto continuo con la naturaleza, le ayudarán... Seguir leyendo
Paul va a trabajar este verano
–¡Klonk!
En el verano del 79, yo estaba trabajando como aprendiz en una imprenta que había en el centro.
–¡Vamos! ¡Despégate! ¡Despégate!
–¡Mmmierda!
–Despégate despégate despégate venga venga venga venga
–¡Ah, mierda! ¡¡No llego!!
–¡¡Menudo infierno!! ¡Voy a sacarlos todos y a empezar de nuevo! ¡Rápido, rápido!
–¡Hey!
La prensa en la que yo trabajaba era una platina manual. Servía para numerar billetes.