La madre de Titus Flaminius, un joven patricio romano, ha sido asesinada. El suceso sume en el dolor al protagonista y supone el comienzo de una nueva etapa vital en donde abre los ojos a la realidad. Su crecimiento personal tiene lugar al mismo tiempo que avanza en las investigaciones sobre cada detalle de la tragedia, obsesionado con intentar desenmascarar al culpable. De esta manera, paulatinamente, los lectores son arrastrados por el protagonista a la cara oculta de la ciudad, una Roma desconocida que muestra su verdadera faz: azotada por la corrupción y asediada por los complots y las intrigas, en cuyas calles convive la cultura con la marginación o la pobreza. Una urbe, de la que se ofrece un plano en las primeras páginas, por cuyas avenidas transcurre una apasionante investigación criminal que es, al mismo tiempo, una acertada radiografía de aquel tiempo. El autor, Jean-François Nahmias, gran conocedor de esta cultura, moldea un relato rigurosamente documentado en el que se fusionan la ficción y la cronología histórica, mostrando el panorama político, cultural y social de la época en la que está ambientada, el siglo I AC.
La madre de Titus Flaminius, un joven patricio romano, ha sido asesinada. El suceso sume en el dolor al protagonista y supone el comienzo de una nueva etapa vital en donde abre los ojos a la realidad. Su crecimiento personal tiene lugar al mismo tiempo que avanza en las investigaciones sobre cada detalle de la tragedia, obsesionado con intentar desenmascarar al culpable. De esta manera, paulatinamente, los lectores son arrastrados por el protagonista a la cara oculta de la ciudad, una Roma desconocida que muestra su verdadera faz: azotada por la corrupción y asediada por... Seguir leyendo
La fuente de las vestales
–¡Vamos, Fulgor!
El seco chasquido del látigo del auriga dio un impulso aún más vivo al galope del potente semental hispano de cinco años. Al salir de la curva, el carro aceleró todavía más. De un salto, se desplazo a la derecha, sacándole una amplia delantera a sus adversarios. El clamor del público, ya ensordecedor, se volvió indescriptible: era la última vuelta y los verdes, sus favoritos, iban en cabeza.