A lomos de un poni
Nacho sentía el calorcillo del sol en la punta de la nariz, pero había decidido no despertarse aún. O por lo menos no despertarse del todo. Estaba seguro de que había tenido un sueño muy bonito. Sin embargo, por más que se esforzaba no lograba recordarlo. ¿De qué iba el sueño? ¿Tal vez de caballos? ¿De un barco de vela? ¿De un viaje en globo? “Quizá he soñado que comía un pastel riquísimo -pensó Nacho-, o que estaba jugando al futbol”. Pero no pudo seguir pensando.