El abuelo de Santiago, que tiene 15 años, fallece y le deja en herencia un viejo Juego de la Oca y una tarjeta misteriosa con una cruz, una frase y una serie de números. Inquieto, Santiago se juramenta dilucidar el misterio. En la caja fuerte de su casa no encuentra nada, tampoco en la casa de la infancia del abuelo ni en la vieja prisión de Secedilla, donde estuvo preso en 1938. Pero acompañado de su amigo Ernesto, en el cementerio de Canila descubrirá que la tarjeta le indicaba la situación de un tesoro que sólo añadirá más preocupaciones a Santiago, quien concluye que ni siquiera se conoce a las personas más cercanas.
El abuelo de Santiago, que tiene 15 años, fallece y le deja en herencia un viejo Juego de la Oca y una tarjeta misteriosa con una cruz, una frase y una serie de números. Inquieto, Santiago se juramenta dilucidar el misterio. En la caja fuerte de su casa no encuentra nada, tampoco en la casa de la infancia del abuelo ni en la vieja prisión de Secedilla, donde estuvo preso en 1938. Pero acompañado de su amigo Ernesto, en el cementerio de Canila descubrirá que la tarjeta le indicaba la situación de un tesoro que sólo añadirá... Seguir leyendo
Mensaje cifrado
Me parece innecesario describir a mi abuelo, porque todo lo que sobre él pudiera decir es, más o menos, lo que cualquier nieto podría decir del padre de su padre. O, como en este caso, del padre de mi madre. Era mi abuelo, y con eso tendría que bastar. Las descripciones están muy bien –no lo negaré– cuando no se ha conocido a la persona que las protagoniza; pero, en caso contrario, sobran.
No obstante, estas páginas serán leídas por muchas personas que no tuvieron la suerte de conocer a Santiago Torres Díaz –que así se llamaba mi abuelo hasta la semana pasada–, así que me esforzaré para que todos lo veáis como una persona real.