El agua del mar y El descubrimiento del alfabeto

Cuando abrió los ojos, Rodolfo cayó en la cuenta de que había estado gritando a voz en cuello mientras soñaba. Se sentó en la cama y se quedó mirando las paredes en la oscuridad con los ojos como platos. Le dolían los brazos y las piernas como si hubiera hecho un gran esfuerzo y notaba la cabeza grande, pesada y redonda como una rueda de molino pero sin el agujero en el centro. Probó acostarse otra vez. Cuando volvió a cerrar los ojos comenzaba a entrar luz por la ventana.