La tinaja
También para los olivos fue plena aquella cosecha. Todos los árboles cuajados, cargados el año anterior, volvieron a estarlo a pesar de la niebla que los cubrió en el momento de florecer.
Zirafa, que tenía una buena cantidad de ellos en su finca de Quote en Primosole, pensando que las cinco tinajas viejas de barro esmaltado que tenía en la bodega no bastarían para contener todo el aceite de la nueva cosecha, pidió con tiempo una sexta más grande a Santo Stefano de Camastra, donde se fabricaban.