El caballo de agua
Fue Kirstie quien se lo encontró, justo donde acababa la arena húmeda. Era un objeto casi cuadrado de color alga, parecido a un paquete, con una tira larga rematando cada esquina.
En realidad tenía exactamente la misma forma que los monederos de sirena, los rugosos y duros huevos del tiburón pintarroja que abundaban en la orilla. ¡Lo raro es que este era tan grande como una caja de galletas!
–¡Mirad lo que he encontrado! –gritó Kirstie–. ¡Venid rápido!