Los fantasmas ausentes
El antiguo castillo de Carra se erigía en un inhóspito y abrupto cabo que se adentraba como un brazo en el gris mar del Norte.
No había un lugar más agreste ni solitario en toda Escocia. Las olas se estrellaban contra los lúgubres torreones de la fortaleza; las aves marinas anidaban en las almenas de las murallas, y en las noches de tormenta las calaveras apiladas en el torreón de la entrada repiqueteaban como bolas de billar.