Dos brujitas salvajes
Una heladería tiene un aspecto triste con lluvia. Las flores que la madre de Rosana había plantado en el patio dejaban caer sus cabezas mojadas y los pétalos nadaban en los charcos. Las sillas apiladas criaban moho y encima de la mesa se habían adherido excrementos de pájaro. El cielo llevaba cuatro semanas chorreando y parecía que esa situación frese a durar eternamente.
Rosana, sentada debajo de una sombrilla empapada, mordisqueaba su bolígrafo mientras esperaba a Liliana. Querían hacer juntas los deberes...