La pelota con la que jugaba el conejo Tomi rueda y rueda, montaña abajo, mientras sus amigos el oso, el erizo, la tortuga y el niño intentan atraparla sin conseguirlo. El monte tiene una pendiente muy pronunciada y, además, a medida que avanzan no dejan de distrarerse, primero con un rico vaso de leche, después con una lechuga muy jugosa. Una historia donde podemos observar cómo entre los más pequeños también se manifiesta el deseo de ayudar, junto a los egoísmos propios de la naturaleza humana.La pelota con la que jugaba el conejo Tomi rueda y rueda, montaña abajo, mientras sus amigos el oso, el erizo, la tortuga y el niño intentan atraparla sin conseguirlo. El monte tiene una pendiente muy pronunciada y, además, a medida que avanzan no dejan de distrarerse, primero con un rico vaso de leche, después con una lechuga muy jugosa. Una historia donde podemos observar cómo entre los más pequeños también se manifiesta el deseo de ayudar, junto a los egoísmos propios de la naturaleza humana.
La pelota
«¡Qué hermoso es el lugar donde vivo!», exclama Tomi. «¡Qué cielo más azul! ¡Cómo me gusta jugar a la pelota! ¡Eh, vosotros, pájaros!, ¿queréis jugar conmigo?»