Tirya. La hija de Anubis
Rojo. Todo estaba teñido de rojo. Un sol en carne viva se desangraba sobre Egipto.
Las bailarinas se contoneaban con las palmas de las manos unidas por encima de la cabeza. Con el último toque de pandereta, todas al unísono movieron las caderas hacia delante, ejecutando una coreografía perfecta. Cesó la música. Las muchachas mantuvieron la posición un instante y luego se inclinaron ante el viejo Neshui. Con un gesto, el hombre despidió a bailarinas y tañedoras de instrumentos. Cuando se quedó solo, se arrellanó en el asiento, soltó un profundo suspiro y cerró los ojos.