La paloma y el degollado
«Sí, me gustan los pájaros, ¿y qué? Porque me dé por ellos, no te fíes, esa es otra historia. Hay cosas que no me dejan dormir, aviso. Últimamente me da por levantarme de noche, me acerco a la cocina y cojo el cuchillo más afilado que encuentro. Después voy a la puerta con la intención de clavárselo en el pecho a quien en algún momento de mi vida me ha hecho daño. Me tienen que agarrar porque no razono. En ocasiones, incluso me tienen que atar con cuerdas hasta que me tranquilizo... Aceptar mi amistad supone, quiero que lo sepas, pertenecer a un grupo de alto riesgo; ya digo, si me da la vena...»