Los fuegos de la memoria
Los primeros restos aparecieron a las 10 horas y 37 minutos de la mañana de aquel martes.
Alrededor de la fosa, recortadas como árboles humanos por entre lo abrupto del terreno, había en ese momento unas veinte personas, además de las que trabajaban en ella, y el efecto fue catártico. La voz de la muchacha que encontró el hueso fue liberadora.
–¡Aquí!
Se produjo una descarga eléctrica, un despertar fulminante entre los que observaban los trabajos. Pasaron de la inmovilidad a la agitación. Unos empezaron a llorar, otros se abrazaron a sí mismos, a sus parejas o a sus vecinos. Los hombres tragaron saliva y apretaron los puños.