La vida encaja
Todavía son las seis y sesenta minutos. El ruido del despertador invade la casa de la familia Baró. No es un ¡piii!, ¡piii! electrónico, ni una bonita melodía programada con antelación, y mucho menos la voz bien timbrada de un periodista de radio desgranando las noticias de la mañana. No, en la familia Baró, por una razón que ellos mismos ignoran, conservan uno de esos viejos despertadores de sonido atroz, peor que una perforadora introduciéndose en tus sueños.