Wasserman: historia de un perro
Cuando encontré a Wasserman, ni el perro se llamaba así ni yo podía imaginar la extraordinaria distancia que había recorrido hasta llegar a mí. Sólo ahora –después de los amargos acontecimientos, del arresto, de los problemas con la policía, y de que Wasserman y yo venciéramos al asqueroso tipo que nos amenazaba– me doy cuenta del largo trecho que recorrió. Se arrastró durante dos días, parte del camino lo hizo reptando –desde la esquina de las calles Shenkin y Yehudá ha–Leví hasta el bloque número 8 del barrio obrero, probablemente a través del mercado–, bajó hacia los alrededores de la playa y sus peligrosas callejuelas y se detuvo justo cuando yo llegaba.