La detective Julieta y el misterio de la clase
Como todas las mañanas, el riiinnng del despertador de la mesilla de noche despertó a Julieta:
–¡Aaauuh! –bostezó–. Vamos, Gustavo, que ya es hora de levantarse.
El perro de lanas abrió con pereza un ojo, miró a Julieta, lo volvió a cerrar y siguió durmiendo plácidamente.
–Venga, levántate ya, perezoso, que te tengo que sacar a pasear antes de irme al cole –le dijo la niña tirándole del rabo.
–Guauuu (que en el lenguaje de los perros quiere decir «Déjame dormir un ratito más, por favor») –ladró Gustavo.