El muro de hielo
–¡Puedo lanzar un arpón tan lejos como cualquier hombre y dar en el blanco el doble de veces!
Moreen se daba cuenta de que cada vez hablaba más alto, pero en ese momento le daba lo mismo. ¿Cómo podía ser que su padre tuviera la cabeza tan dura?
–¡Sabes que es cierto! ¿Entonces, por qué no puedo salir con el kayak con los demás cazadores?
–¡Tú eres mi hija y te quedarás en la aldea con tu madre! –vociferó Puñorrojo Guardabahía, al tiempo que su curtida cara se contraía por efecto de un intenso enojo.