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XXXII Premio Ala Delta de Literatura Infantil y XXI Premio Alandar de Literatura Juvenil

Tal y como publicamos en las redes sociales en la jornada de ayer, ya se conocen los nombres de los ganadores de la XXXII edición del Premio Ala Delta de Literatura Infantil y del XXI Premio Alandar de Literatura Juvenil, galardones convocados por la editorial Edelvives que tienen una larga trayectoria y prestigio en el ámbito de la LIJ. Los afortunados han sido Ricardo Gómez, con su novela Música entre las ramas, e Inés Garland, con De la boca de un león, respectivamente.

El jurado que decidió otorgar el Premio Ala Delta estuvo integrado por Carmen Blázquez (crítica literaria), Ana López Andrade (profesora), Marina Navarro (bibliotecaria), Sebastián Vargas (ganador de la pasada edición) e Ignacio Chao (editor), actuando como secretario Jorge Gómez.
 
La obra, Música entre las ramas, está protagonizada por Emeka, un muchacho de 12 años de la tribu pigmea de los bakaya, que ocupan las mismas tierras desde hace cincuenta siglos y cuyas normas se resumen en una sola: ama a la selva como a ti mismo. Pero de la noche a la mañana la aldea de Emeka se ve amenazada por el avance de unos taladores de árboles dispuestos a destruir su selva. Los adultos del poblado decidirán entonces consultar a sus ancestros.
 
El jurado ha descrito la novela como un «fascinante canto a la naturaleza que nos transporta a un mundo que creemos desconocido, pero cuya realidad nos afecta enormemente». Asimismo, destacó la riqueza literaria y la maestría con la que Ricardo Gómez reconstruye la vida en la selva y pone el foco sobre el conflicto entre el progreso y la vida tradicional de las tribus nómadas: «Es una novela llena de sutilezas, muy crítica y de gran actualidad. No tenemos duda de que conectará con los lectores y expondrá ante sus ojos los desastres ecológicos producidos por cierta manera de entender el progreso».
 
Ricardo Gómez cuenta que la idea surgió mientras se documentaba para la escritura de una colección de cuentos sobre árboles. «Encontré una novela que no dejo de recomendar, El clamor de los bosques, de Richard Powers. Y, también, un artículo de Investigación y Ciencia sobre la presión que sufren las grandes masas forestales en Congo. Leí de otras fuentes, vi algunos documentales, fui centrando mi atención en una de las tribus que viven en selvas hasta hace poco vírgenes, y la imaginación hizo el resto. Escribí un pequeño cuento, pero al cabo del tiempo los personajes me pidieron más protagonismo, así que esa breve historia se convirtió en esta novela sobre paraísos perdidos, que también quiere ser un canto a la música como elemento de cohesión social y de placer individual».
 
Para el autor, que ya había alcanzado en dos ocasiones el premio de narrativa juvenil Alandar, ganar el Ala Delta «supone una enorme alegría. Me gusta romper la cáscara de la civilización occidental en la que estamos encerrados; la literatura permite abrir una ventanita en esa cápsula y oler perfumes distintos de los cotidianos».
 
Nacido en un pueblo de Segovia en 1954, aunque ha vivido en Madrid casi toda su vida, fue profesor de Matemáticas hasta que, ya alcanzados los cuarenta años, decidió dedicarse en exclusiva a escribir. Buena parte de su medio centenar de títulos para niños y jóvenes se caracteriza por el diálogo con otras culturas, el compromiso social y la denuncia de las desigualdades. Ha obtenido, entre otros, el premio Alandar de narrativa juvenil (2003 y 2013), el
Barco de Vapor (2006), el Cervantes Chico por el conjunto de su obra infantil y juvenil (2006) y el Gran Angular de literatura juvenil (2010).
 
 
 
En el caso del Premio Alandar, el jurado estuvo compuesto por Carmen Sáez Padilla (bibliotecaria), Manuel Jiménez Escobar (profesor), Lara Meana (librera), Antonio J. Ruiz Munuera (ganador de la pasada edición) y Violante Krahe (editora), actuando como secretario Juan Nieto Marín.
 
En la novela, Tadeo, un muchacho de 14 años, el pequeño de la familia, vive martirizado por Iván, uno de sus hermanos, y por un entorno doméstico asfixiante y plagado de secretos. Un día, merodeando por el río, conoce a Vera, una chica de su edad, y a su magnética familia, que le descubrirán una nueva manera de entender el mundo y le ayudarán a ver la vida de forma esperanzadora y a encontrarse a sí mismo.
 
Los profesionales que han elegido esta novela señalan que se trata de una «obra emocionante sobre el crecimiento, la madurez y la búsqueda de la identidad que consigue crear una intensa tensión psicológica a través de pequeños gestos. Notable tanto desde un punto de vista técnico como literario, logra levantar, a partir de los conflictos domésticos, una gran historia y establece un patrón de desactivación de la violencia. Consigue llenar una narración sobrecogedora de ráfagas de claridad, especialmente mediante las escenas de campo, que aquí parece tener un poder curativo».
 
Según ha relatado la autora, «empecé a escribir esta novela en 2014. Solo tenía una imagen: un chico aterrorizado por un hermano mayor fue el puntapié inicial. Me pregunté por qué estaban solos, cómo podía ser tan violenta una relación entre hermanos, les puse un nombre, vi en el ojo de mi mente dónde vivían, un barrio inventado cerca de un río, y tiré de ese hilo, muy despacio, para ver adónde me llevaba, quiénes eran, quiénes eran los padres, qué pasaba en esa casa. Pensé en la ira y cayeron en mis manos unos versos de Cristopher Marlowe: Soy la Ira. No tengo padre ni madre y broté de la boca de un león cuando apenas tenía media hora de vida. Desde entonces siempre ando por el mundo con esta caja de espadas, hiriéndome a mí mismo cuando no puedo herir a otros».
 
«Al principio pensé que fuera una novela coral, pero un día Tadeo tomó las riendas y ya no pude quitarle la palabra. Ese chico quiso contar lo que podía intuir de la historia familiar —la situación de Jano, que tiene una enfermedad mental rodeada del silencio y la negación de toda la familia— y el descubrimiento de una manera de vivir y de amar que él encuentra cuando se enamora de Vera, una chica de una familia totalmente diferente a la suya. Tadeo expresa la pena, pero también el amor y el gozo radiante de la vida».
 
Inés Garland nació en Buenos Aires en 1960. Ha sido guionista de documentales y editora en una revista. En la actualidad, colabora en distintas publicaciones, imparte talleres de escritura creativa y se dedica a la traducción y a la escritura. Es autora de la novela para adultos El rey de los centauros (2006) y de los libros de relatos Una reina perfecta (2008), premiado en 2005 por el Fondo Nacional de las Artes argentino, y La arquitectura del océano (2014).
Entre su producción para niños y jóvenes se cuentan las novelas Piedra, papel o tijera (2009) — distinguida en Argentina como mejor obra juvenil de ese año y ganadora del Deutscher Jugendliteraturpreis, el premio de literatura para jóvenes más prestigioso de Alemania— El jefe de la manada (2014), Los ojos de la noche (2016) o Lilo, que en 2016 obtuvo el premio Ala Delta de literatura infantil que convoca Edelvives.
 
 
 
Información suministrada por Edelvives
 
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