Gonzalo Moure Trenor nació en Valencia en 1951. Su madre, una lectora compulsiva, le transmitió el amor por los libros. Comenzó la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, su militancia provocó que fuera encarcelado por razones políticas en varias ocasiones. Finalmente abandonó estos estudios para trabajar como periodista, sobre todo en la radio (en los años setenta estuvo en la plantilla de Radio Popular de Valencia. Unos años más tarde también dirigió una pequeña emisora en Galicia).
Ha sido guionista de televisión y colaborador habitual en prensa especializada en música popular hasta 1989, momento en el que decidió dedicarse a la literatura. Dos años más tarde publicó su primera novela, Geranium, incluida en la Lista de Honor del IBBY. En 1993 obtuvo la misma distinción gracias a El alimento de los dioses. También en ese año recibió el Premio Jaén de Literatura por ¡A la mierda la bicicleta!, galardón que repitió en 1999 por El bostezo del Puma.
Moure se acercó al público infantil con Lili libertad, con el que obtuvo el Premio El Barco de Vapor de 1995, mientras que El síndrome de Mozart le valió el Premio Gran Angular de literatura juvenil en 2003. Además de estos emblemáticos trofeos, en su currículum también figuran los premios Ala Delta, Primavera o el de la Crítica de Asturias, y sus obras han sido incluídas en varias ocasiones en los listados White Raven que emite cada año Internationale Jugendbibliothek (Alemania). En 2017 fue galardonado con el Premio Cervantes Chico, que reconoce la labor de autores de Literatura Infantil y Juvenil, en palabras del jurado «por la extraordinaria calidad literaria del conjunto de su obra y por su amplia y brillante trayectoria profesional»
Además de escribir, Gonzalo Moure imparte charlas en bibliotecas, clubes de lectura, colegios e institutos. Ha participado en diversos congresos de literatura Infantil y juvenil, tanto a nivel nacional como internacional. En sus obras encontramos diversos argumentos mediante los que ayuda a visibilizar problemas sociales como el analfabetismo, la discriminación, los derechos de la infancia, la igualdad, el medio ambiente o la exclusión social, además de trazar muy interesantes disecciones sobre la relación entre padres e hijos en varias de sus obras o la historia y las condiciones de vida del pueblo saharaui.
"Es curioso, pero me doy cuenta de que mi profesión y gran parte de mi tiempo libre comparten a los niños como destinatarios. Enseño a montar a caballo a niños en la idea de que el jinete y caballo tienen que llegar a ser una misma entidad. El niño tiene que empezar por ser capaz de presentarse ante el caballo, a pie, como un caballo que, además, le marca el camino a seguir, como el mejor y el más seguro. El siguiente paso es compatir, ya fundidos, la maravilla de elegir ese camino, de disfrutar. No encuentro mucha diferencia entre esa idea y la que me lleva a escribir para niños y jóvenes. En realidad es la misma. Escribir para ellos, contrariamente a lo que se suele pensar, es más difícil que hacerlo para adultos. Hay que fundirse también, compartir el camino. Escribo Literatura Infantil y Juvenil con la convicción de que estoy enseñando a leer, entendiendo la lectura como un camino que lleva, que es en sí, libertad, conocimiento, y fusión conel alma humana colectiva. Enseñar a leer es enseñar la necesidad de leer siempre, para siempre, como una herramienta imprescindible para la vida, para el gozo y el sufrimiento, vital e intelectualmente"
📸 Kalandraka
"ESCRIVIVIR"
Mi padre quería que fuera abogado. Del estado, nada menos. Mi madre que fuera escritor. Menos mal que siempre lo tuve claro, porque hoy estaría con pesadillas sobre las rastas de Alberto Rodríguez y el derecho comparado. Pero no, estoy vivo porque escribo. Porque “escrivivo”, que es mi verbo clave, el que me ha permitido, como diré luego, intentar caminar por muchos senderos. Y los que me quedan por explorar. Tanto creo en la literatura que acabo de escribir y publicar uno gritando a los cuatro vientos: ¡Escribid, os necesitamos para imaginar más posibilidades del ser humano, o más y mejores maneras de ser humano!
No, no puedo entender mi propia vida, ni entenderme, sin los libros que han guiado mi vida. Guiado, sí, porque en vueltas y revueltas fueron cambiando mi rumbo. Elegir cinco es traicionar a cientos de ellos. Tal vez decirlo hace más liviana mi culpa por hacerlo.
La Odisea de Homero
Versión de Carlos García Gual
Madrid: Alianza
Lo recuerdo muy bien, aunque solo tenía once años. Estaba pasando una larga convalecencia en la cama, en mi casa de Valencia, y entonces no había televisión, así que usaba todo el tiempo del mundo en leer. Julio Verne, Salgari, Los cinco, Jack London, Conan Doyle… Una mañana, solo en casa, acabé uno de esos libros y me encontré sin nada que echarme a los ojos. Me puse la bata y me fui a la biblioteca de mi madre, en la que había muchos libros de la época. Ella me respondía cuando le preguntaba “qué puedo leer” algo muy sencillo y hermoso: “Lo que puedas”. Y vi en la estantería “La odisea”. Uf, cientos de páginas de letra apretada, sin apenas puntos y aparte ni diálogos. Igual “no podía”, pero me lo llevé a la cama. Y al abrirlo leí: “Háblame, Musa, del hombre de muchos senderos”. Me fascinó aquella frase, y mientras seguía leyendo y leyendo con pasión se abría paso en mi mente esa idea, esa meta: ser también un hombre de muchos senderos. ¿Y qué manera mejor de serlo que escribir libros?
Guillermo el travieso de Richmal Crompton
Ilustraciones Thomas Henry. Traducción de Guillermo López
Barcelona: Molino
(La versión más actual de esta obra ha sido publicada por Loqueleo Santillana,
adaptación de Martin Jarvis y traducción de Cristina Rodríguez)
Comprendo muy bien que los libros de Guillermo sean una rareza poco comprensible para los niños de ahora. El mundo de Guillermo, la Inglaterra victoriana, no tiene nada que ver con el que viven hoy los niños. Pero entonces, entre los 50 y los 60, era casi idéntico al nuestro. En aquel clima asfixiante de la posguerra la vida de nuestros adultos era un arcano incompresible, y los niños teníamos que imaginarlo (pongo por ejemplo que en el diccionario no constaba la palabra “coño”, que tanto me intrigaba). Y Guillermo, mi héroe, era exactamente eso: un niño que interpretaba a su delirante manera el mundo de los adultos, que rompía todos los dogmas, por no hablar de las reglas. Un genuino anarquista. Si no hubiera existido la censura franquista, también habría leído entonces Pippi Calzaslargas, y hubiera estado entre mis favoritos, pero no pude, y solo la descubrí cuando llegó a la tele, casi al final de la dictadura.
Los tigres de Mompracem de Emilio Salgari
Ilustraciones de Jordi Vila. Traducción de Carlos Mayor
Barcelona: Juventud
Me encanta cómo nos tomó el pelo a todos Salgari. O no, no estoy seguro. Devoré todos los libros de Sandokán, Los tigres el primero. Me fascinaba aquel mundo de piratas y sectas asesinas, o más bien me fascinaba que aquel mundo conviviera con el nuestro, tan gris y aburrido. Y ya el apellido del autor, Salgari, me parecía una invitación a la aventura. Cuando años más tarde supe que en realidad el tal no había salido de Verona y Turín más que para unas prácticas de marinería, sin alejarse demasiado de la costa, me sentí al principio decepcionado (me lo había creído todo), y por fin fascinado. Ser capaz de crear en bata y con zapatillas de fieltro un mundo como el de Sandokán, es uno de los grandes hitos de la literatura.
La llamada de lo salvaje de Jack London
Ilustraciones de Javier Olivares. Traducción de Héctor Arnau
Madrid: Nórdica
Más (aún) que Colmillo blanco, London me marcó por todo lo contrario, como Curwood y sus libros sobre perros y osos. Fue un auténtico aventurero: cazador de focas, boxeador a puño desnudo, buscador de oro, cartero en trineo de perros en el Klondike, activista radical socialista… Así que sus libros tienen todo el encanto de lo vivido, pequeñas mentiras para contar grandes verdades. La relación entre el hombre y la naturaleza es, en London, fascinante. La llamada de la selva contiene momentos de tanta altura interior y tanta belleza que aún me estremece (y hasta me hace llorar bajito) cada vez que lo releo. Algo que me sucede igual con el siguiente libro de mi maleta: En la frontera.
En la frontera de Cormac McCarthy
Traducción de Luis Murillo
Barcelona: Penguin Random House
Miro ahora la lista y me faltan tantos libros… Elegir es también traicionar. Me avergüenza olvidar a Agota Kristoff, Coetzee, Lionni… De hoy mismo me llevaría Diario de un joven naturalista, de Dara Macanulty, Panza de Burro, Un verdor terrible, un montón, porque se está escribiendo mucho y muy bien, por no hablar de españoles actuales como Mónica Rodríguez, Ricardo Gómez, Gisbert, Gómez Cerdá y un largo etcétera, o los ya desaparecidos como Juan Farias o Agustín Fernández Paz… Pero meto en mi maleta En la frontera, sobre todo sus 135 primeras páginas, por el perfecto equilibrio que tiene entre su anonadante calidad literaria y su profundidad humana y natural. Tal vez, para mí, lo más cercano a la perfección.
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Nota - Biografía elaborada a partir de los datos suministrados por las editoriales SM y Kalandraka
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