Capitán Nadie
El sol todavía no había empezado a entrar por las rendijas de la persiana. Eso era bueno. A doña Ana, la madre de Paquito, le parecía que ningún ser humano debía levantarse después de que el sol saliese. Y a Paquito le gustaba satisfacer a su madre en esas pequeñas cosas. Paquito Ramírez Castañedo se revolvió bajo la arrugada sábana. Sabía que acababa de abandonar un sueño agradable, pero no conseguía recordarlo.