Barco de papel
Un barquito de papel lo hace cualquiera.
Subirse a él y zarpar, es otra cosa.
Tomarlo un día de lluvia,
bajar por los rápidos de las alcantarillas,
escurrirse entre montículos de piedra,
esquivar los icebergs de vidrios rotos,
detenerme en el muelle de tu casa, anunciarme con la sirena
y mirarte con los ojos más redondos que planetas,
con la boca más abierta que una puerta,
con un cariño que crece más rápido que yo...