A cielo abierto
¿Cómo puedes pensar que yo le he matado? –dijo Carlos en tono apremiante, y añadió con aire compungido-: ¿De verdad lo crees?
Selene se miró perpleja las manos, como si fueran los restos de un libro atacado por las termitas. La voz se le había congelado en la garganta.