Para muchas personas no resulta fácil hacer amigos. Así le sucede a Lizzy. También le pasa lo mismo a Big. Lizzy acude a un colegio de educación especial y fuera de él es blanco de las burlas de los otros. Big a menudo tiene que cambiar de ciudad, de casa y de escuela por el trabajo de su padre. Nadie imaginaría que dos chicas tan distintas pudiesen convertirse en amigas íntimas. Ni siquiera la propia protagonista. Pero pronto esta amistad toma un rumbo inesperado, y lo que en principio sólo era una broma adquiere una dimensión imprevista, de negativas consecuencias, que pone en entredicho el poderoso vínculo que habían creado.
Muchas novelas juveniles exploran la dimensión psicológica de los personajes en detrimento del conflicto ético implícito en la trama. El resultado suelen ser ficciones aleccionadoras. No es el caso de esta estupenda novela en la que se la plantea al lector un dilema moral, ante el cual tiene que sopesar sus argumentos antes de emitir un juicio. Para ello tendrá que profundizar en el complejo mundo interior de las protagonistas e interrogarse sobre el sentido profundo de la justicia y de la lealtad. Ciertamente se trata de un libro que implica un aprendizaje. Pero a este llegará el lector por su propia cuenta.
Para muchas personas no resulta fácil hacer amigos. Así le sucede a Lizzy. También le pasa lo mismo a Big. Lizzy acude a un colegio de educación especial y fuera de él es blanco de las burlas de los otros. Big a menudo tiene que cambiar de ciudad, de casa y de escuela por el trabajo de su padre. Nadie imaginaría que dos chicas tan distintas pudiesen convertirse en amigas íntimas. Ni siquiera la propia protagonista. Pero pronto esta amistad toma un rumbo inesperado, y lo que en principio sólo era una broma adquiere una... Seguir leyendo
Big

El cartero me ha traído una carta.
La he llevado a la cocina y la he abierto.
Esto es lo que dice.
Querida Dizzy:
¿Qué tal te va? Me pidieron que te dejara un año en paz, y he cumplido. Añadieron que podría escribirte si al cabo de todo este tiempo no cambiaba de opinión. Aquí está la carta. No he cambiado de opinión. Sigo con ganas de volver a verte.
¿Vienes a visitarme un día? Me haría mucha ilusión, hermana de sangre. Ahí queda. Ya lo he dicho. Espero con impaciencia tu respuesta o, mejor aún, tu visita.
Saludos, Big.
Al leer la carta otra vez, empiezan a temblarme las manos.