Teme
Janie atraviesa a todo correr los patios nevados de las dos calles residenciales que la separan de su casa y cruza en silencio la puerta principal.
Entonces...
todo se ennegrece.
Se agarra la cabeza maldiciendo a su madre entre dientes mientras el caleidoscopio giratorio de colores toma forma a su alrededor y la hace perder el equilibrio. Tras chocar contra la pared, intenta resistir el tirón, pero al notar que los dedos empiezan a entumecérsele, se deja caer suave y ciegamente al suelo; lo único que le faltaba era descalabrarse, otra vez.
Está demasiado cansada para luchar en ese preciso momento, demasiado agotada para salir por su cuenta.