El ratón Simenón desconoce que existen diferentes tipos de hambre. Los bocadillos de queso están muy buenos, también la fruta y el pescado, pero nada alimenta tanto como las buenas lecturas. El descubrimiento de la librería provoca en el roedor el mayor de los placeres. Gracias a la librera, animales y niños disfrutan juntos, al igual que aquellos que se sumerjan en las cálidas imágenes, distribuidas a sangre y concebidas en grandes dimensiones, mágico complemento ideal de un texto cargado de simbolismo.
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Cuentos roídos
Simenón era un ratón chiquitito,
orejón, chato y bigotón.
Comía bocadillos de pan con queso y,
para variar, de queso con pan.
Pero por mucho que comiese,
siempre sentía un vacío en su panza.
¿Era hambre?