Joe Hill vuelve a sorprender con una fantasía gótica, deudora de la literatura de otros grandes escritores que han sabido renovar el género del terror (como Peter Straub, Lindqvist e, inevitablemente, su padre Stephen King). La obra, que ya ha sido adaptada con gran éxito a las plataformas VoD, acrecentando su popularidad entre los jóvenes lectores, esboza pasajes y personajes que conectan directamente con anteriores historias publicadas por el autor, en un claro guiño a su comunidad de fans, la que le ha encumbrado a conseguir convertirse en superventas en su país de origen. Entre sus páginas conocemos la historia de Victoria McQueen, una joven con un extraño don (hallar objetos extraviados), a quien acompañamos en un crecimiento marcado por el trauma que supuso el encuentro con Charlie Manx, encarnación de la maldad, un villano “de enciclopedia”. La novela transforma nuestra percepción de la Navidad a través de una trama adictiva, de infancia, fantasía y pérdida (en palabras del propio autor durante su gira de presentación); que estremecerá a los neófitos en el género a base de melodías oscuras y un viejo Rolls Royce. Qué razón tenían nuestros padres: ¡no montar nunca en coches de desconocidos…!
Joe Hill vuelve a sorprender con una fantasía gótica, deudora de la literatura de otros grandes escritores que han sabido renovar el género del terror (como Peter Straub, Lindqvist e, inevitablemente, su padre Stephen King). La obra, que ya ha sido adaptada con gran éxito a las plataformas VoD, acrecentando su popularidad entre los jóvenes lectores, esboza pasajes y personajes que conectan directamente con anteriores historias publicadas por el autor, en un claro guiño a su comunidad de fans, la que le ha encumbrado... Seguir leyendo
NOS4A2: Nosferatu
Prisión federal de Englewood, Colorado
La enfermera Thornton se pasó por el pabellón de los enfermos de larga estancia un poco antes de las ocho con una bolsa de sangre caliente para Charlie Manx. Iba con el piloto automático puesto, con la cabeza en otra parte y no en su trabajo. Por fin se había decidido a comprarle a su hijo, Josiah, la Nintendo DS que quería, y estaba calculando si le daría tiempo a ir a Toys “R” Us cuando terminara el turno, antes de que cerraran.
Llevaba semanas resistiéndose al impulso por razones filosóficas. En realidad le daba igual que todos los amigos de su hijo tuvieran una Nintendo. No le gustaban esas consolas portátiles para videojuegos que pueden llevarse a cualquier parte. A Ellen Thornton le disgustaba cómo los niños desaparecían detrás de la brillante pantalla, renunciando al mundo real por una región imaginaria donde la diversión sustituía al pensamiento e inventar nuevas y creativas formas de matar constituía todo un arte.