La madre de Emma murió cuando la protagonista tenía 12 años, aunque sus padres ya estaban divorciados por entonces. Procedentes de ámbitos y espacios muy diferentes, aunque en la misma comunidad, la historia de sus progenitores despierta la curiosidad por sus raíces el verano en el que su padre, recién casado con Tracy, viaja a las islas griegas en plena luna de miel. Truncada la idea de pasar las vacaciones junto a un amigo, debe quedarse en casa de la abuela materna, a la que apenas conoce, cerca del lago donde se conocieron. Los detalles de las relaciones familiares impactan emocionalmente y de forma definitiva en la adolescente, que descubre matices hasta ahora desconocidos de aquel tiempo, ayudando a forjar y comprender su propia identidad y estableciéndose un corredor sentimental entre pasado y presente. Los sentimientos ayudan a consolidar nuevas conexiones con primos y antiguos conocidos, en el marco de unos días no planificados que la autora de Una canción para ti convierte en inolvidables para sus protagonistas. Dessen teje una trama formada por personajes que muestran su vulnerabilidad, analizando delicados conflictos familiares, muy alabada por medios norteamericanos tan prestigiosos como The New York Times.
La madre de Emma murió cuando la protagonista tenía 12 años, aunque sus padres ya estaban divorciados por entonces. Procedentes de ámbitos y espacios muy diferentes, aunque en la misma comunidad, la historia de sus progenitores despierta la curiosidad por sus raíces el verano en el que su padre, recién casado con Tracy, viaja a las islas griegas en plena luna de miel. Truncada la idea de pasar las vacaciones junto a un amigo, debe quedarse en casa de la abuela materna, a la que apenas conoce, cerca del lago donde se... Seguir leyendo
El fin de la historia
No tenía demasiados recuerdos y menos aún buenos. Pero estaba este.
- Cuéntame un cuento -le decía cuando llegaba la hora de irme a la cama pero no tenía sueño.
- Oh, cariño -contestaba mi madre-. Estoy cansada.
Siempre estaba cansada, de eso sí me acordaba. Sobre todo al atardecer, después de una o dos copas de vino, que la mayor parte de las veces se convertían en una botella entera después de quedarme dormida.