Hasta la aparición de este libro, la homosexualidad había pasado tradicionalmente de puntillas en las tramas de la literatura juvenil, con magníficas excepciones como Jim en el espejo, de Inger Edelfeldt, o Sandra ama a Meike, de Marliese Arold. Los autores que publicaban obras para los más pequeños no abordaban el tema porque era considerado tabú y ningún editor se arriesgaba a plantearlo. Por eso fue tan importante la apuesta que en su día realizó Serres, traduciendo el texto al español, y que hoy, más de veinte años después, reivindica EntreDos. El paso de las décadas permite mirar con rubor la furibunda polémica que levantó en ciertos sectores educativos y culturales en Estados Unidos y demostrar a los lectores más conservadores la eterna vigencia y profundo valor de su mensaje: no importa de quién te enamores sino alcanzar la felicidad con quien esté a tu lado. La libertad creativa de la que gozaron las autoras en su país de origen permitió abordar la trama de forma sencilla y con mucho humor, presentando las relaciones entre personas del mismo sexo con toda naturalidad y respeto, a través de un estilo gráfico naif, de estética infantil, en el que se han utilizado diversas técnicas artesanales. Un libro ilustrado que ha envejecido con notable salud.
Hasta la aparición de este libro, la homosexualidad había pasado tradicionalmente de puntillas en las tramas de la literatura juvenil, con magníficas excepciones como Jim en el espejo, de Inger Edelfeldt, o Sandra ama a Meike, de Marliese Arold. Los autores que publicaban obras para los más pequeños no abordaban el tema porque era considerado tabú y ningún editor se... Seguir leyendo
Rey y Rey
Érase una vez una anciana reina, un joven príncipe heredero y una gata con corona que vivían en lo alto de una montaña. La anciana dama llevaba ya muchos años reinando y estaba harta y muy cansada. Un día decidió que antes del verano el príncipe debería casarse y ocupar el trono.
-¡Despierta! -le gritó la reina-. Tú y yo tenemos que hablar.
-¡No puedo más!
-¡Tienes que casarte y punto!
El príncipe apartó su desayuno. Se le quitaron las ganas de comer porque la reina hablaba... y hablaba... y hablaba sin parar.