El V Premio Algar de novela infantil, cuyo jurado estuvo compuesto por Josep Antonio Fluixà, Núria Pérez y Paula Soriano, recayó en Ximo Cerdá por esta obra en la que trata asuntos, lamentablemente, de actualidad como son la guerra y el impacto que esta genera en la población civil. De la noche a la mañana los parques están vacíos, hay escasez en los supermercados y muchos jóvenes son llamados a filas. La televisión apenas emite dibujos animados y solo hay tristes noticieros que hablan del estado de emergencia en el que, súbitamente, se vive. Natasha escucha ahí la terrible palabra que resume todo lo que está viviendo: GUERRA. Ante el impacto de los primeros proyectiles, ella y su familia acuden a un refugio antiaéreo construido en un sótano comunitario, atestado de ciudadanos atemorizados. Ante los llantos de un niño y el terror que se respira en el ambiente, la joven tiene una brillante idea: explotar sus habilidades artísticas para dibujar creaciones llenas de vida, positivismo y alegría que ayuden a paliar la tristeza y el miedo de todo el grupo. Aunque las horas pasan lentas, con sus trazos devuelve la esperanza a pequeños y mayores al mismo tiempo que ejemplifica con acierto el sinsentido de los conflictos bélicos y el sufrimiento que provocan. Cada capítulo viene acompañado de unas láminas y pequeños detalles gráficos realizados por Roser Argemí.
El V Premio Algar de novela infantil, cuyo jurado estuvo compuesto por Josep Antonio Fluixà, Núria Pérez y Paula Soriano, recayó en Ximo Cerdá por esta obra en la que trata asuntos, lamentablemente, de actualidad como son la guerra y el impacto que esta genera en la población civil. De la noche a la mañana los parques están vacíos, hay escasez en los supermercados y muchos jóvenes son llamados a filas. La televisión apenas emite dibujos animados y solo hay tristes noticieros que... Seguir leyendo
Tizas de colores
- ¡Vamos a morir!
Eran las doce de la mañana del cuatro de febrero cuando la vieja Klitschko, la anciana del tercer piso, gritó aquella frase por primera vez. Y, a diferencia de los que acabaría sucediendo los días siguientes, en aquella ocasión nadie estalló en carcajadas.
Estaban demasiado ocupados intentando no caer presas del pánico y buscando un lugar donde refugiarse de las bombas.