El embrujo de Chalbi
Amanecía en el pulmón de África. En la línea del horizonte se recortaba la fantasmal silueta de una acacia solitaria. Kenia se desperezaba. Dos impalas, madrugadores como el sol, dibujaban en la tibia aurora sus figuras juveniles. El calor se iba apoderando progresivamente de la atmósfera.
-¡Arriba, gandules! -gritó la señorita Toñi.
-¿A qué vienen esas voces? -repuso don José, bostezando.
-Ha ocurrido algo muy grave -dijo la señorita Toñi, visiblemente nerviosa.